SALIR DEL ARMARIO

Se suele utilizar la expresión “salir del armario” en relación con aquellas personas LGTBiQ que han hecho público su condición u orientación sexual para compartir esa identidad abiertamente con otras personas. Dicha expresión comenzó a ser utilizada cuando un activista alemán del siglo XIX, Karl-Heinrich Ulrichs, animó a que el colectivo LGTB hiciera pública su condición sexual.

Salir del armario es un proceso personal que entraña mucho valor y determinación, que puede originar emociones que pueden ir desde el miedo y la ansiedad, al alivio y felicidad.
Es por ello, que como acto de libertad se reivindique desde lo político y social para que nadie sufra consecuencias alguna por ello.

El término “salir del armario” se ha popularizado tanto que en gran parte va perdiendo el acto de libertad y liberación que supone, para expresar otros aspectos menos positivos. De esta manera, se suele decir de alguien, que abandona la coherencia en relación a un pensamiento o comportamiento, que ha salido del armario dejando en él a buen recaudo algún que otro valor que se suponía adornaba su personalidad.
Muy bien podría aplicarse la expresión a quien o quienes desde el poder o Gobierno en el ámbito que sea abandonan la coherencia o renuncian a postulados ideológicos. Paradigmático es el caso, de quien o quienes rinden pleitesía institucional a representantes de una confesión religiosa o con su presencia institucional en manifestaciones de esa misma fe, no solo contraviene postulados ideológicos recogidos en el ideario político de la organización política que dice representar, sino que va en contra del declarado principio constitucional de la aconfesionalidad del Estado y el laicismo de las administraciones públicas.

Más grave es aún, cuando la Iglesia que sustenta la fe religiosa se opone a la homosexualidad, a la transexualidad, al matrimonio homosexual, al divorcio y al aborto, así como, que niegue los abusos sexuales sufridos por niños y niñas en su seno, llegando el caso, a dar cobertura legal a los abusadores o haya colaborado con dictaduras sangrientas.

Rendir pleitesía institucional a representantes de esa fe religiosa y con su presencia institucional en manifestaciones públicas de la misma fe dando naturaleza de ser a colectivos de esa confesión,  supone un triste ejercicio y proceso de salir del armario para dejar dentro la coherencia, la vergüenza, la honradez, la lealtad, la dignidad, la decencia, etc. y quedarse tan solo imbuido con un muy reprobable populismo vacuo y oportunista. Un populismo que se denunciaba cuando lo protagonizaban otros y, sin embargo, ahora ya no es tal.

En este caso, a diferencia de las personas del colectivo LGTBiQ que protagonizan su salida del armario, no requiere valentía, más bien pocos escrúpulos que originan emociones que van desde la frustración al desapego, creando la sensación de que todos son iguales.

Para diferenciarse y que los demás aprecien esas diferencias, no hay que copiar ni gestos y comportamientos de otros, porque la gente siempre estará tentada a acudir a los originales, y no a las copias por muy edulcoradas que se presenten.

Puño en Alto


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